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Cuando las personas se encuentran desde la música, algo florece.

 

¡Que suene el voluntariado!

 

Hablamos de tocar instrumentos, de escucharse con atención, de vibrar al mismo tiempo. Hablamos de reconocerse en lo que el otro aporta, de construir comunidad desde el sonido, de sentirse parte de algo más grande que uno mismo. 

En Acción por la Música, el voluntariado es un encuentro horizontal que nace del deseo de compartir, de estar presentes, para hacer juntos.

El voluntariado en Acción por la Música busca transformar la realidad desde el vínculo. Aquí, las personas voluntarias acompañan procesos musicales y educativos con infancia y adolescencia. Recibiendo a cambio algo difícil de nombrar pero fácil de sentir: el regalo de la conexión humana, de la alegría compartida, de la dignidad afirmada.

Formar parte del voluntariado musical de Acción por la Música es comprometerse con un modelo que cree en el poder de la música como motor de justicia social. Es creer que cada gesto cuenta, que lo pequeño tiene fuerza, que la música puede ser un hogar común. Si estás buscando una forma de contribuir que sea coherente, sensible y profundamente humana, este puede ser tu lugar.

Así fue la experiencia vivida junto a un grupo de consultores del sector público de EY, en una jornada donde la música se convirtió en puente, lenguaje común y ejercicio tangible de colaboración y humanidad compartida.

Hubo un momento, entre risas, indicaciones y primeras notas, en que todo se volvió profundamente real. Cuando un experto en gestión pública intenta hacer sonar un violín por primera vez, sin conocer la técnica, sin conocer a su maestro ni al compañero que tiene al lado, se abre un espacio nuevo de entrega, de confianza y de humildad activa. 

Del otro lado, un joven músico, que quizás nunca había tenido la oportunidad de ser guía de un adulto, se yergue con seguridad, con orgullo, sabiendo que su conocimiento importa, que su manera de enseñar transforma. En ese intercambio, lo que parecía un ejercicio musical se convierte en una lección viva de empatía, de dignidad compartida y de vínculo real.

Durante esta inmersión, nuestros chicos y chicas, se convirtieron en nuestros Maestros Agentes de Cambio, lideraron el proceso. Fueron ellos quienes guiaron a los voluntarios, desde la confianza y el saber acumulado en su día a día musical, en un entorno de aprendizaje horizontal, cuidado y profundamente transformador.

Entre dinámicas rítmicas, ensayos y silencios atentos, compartimos mucho más que técnicas musicales: compartimos escucha, respeto, cooperación y una conexión emocional que va más allá de las palabras. 

Y al final, un concierto colectivo selló la experiencia: un escenario donde ya no había “músicos” ni “voluntarios”, sino un único grupo unido por la música y por una emoción que difícilmente se olvida.

 

Porque en Acción por la Música creemos que la inclusión se practica, se ensaya y se celebra. Y esta jornada fue una muestra viva de cómo, desde la igualdad, la armonía no solo es posible: es poderosa.