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Ayer dimos inicio a una de nuestras experiencias más especiales: el ciclo de Aulas Abiertas, una iniciativa de Acción por la Música pensada para abrir el aula a quienes también forman parte esencial del proceso: las familias.

 

 

Porque cuando una madre o un padre se sienta a escuchar —y a vivir— lo que su hijo o hija experimenta al hacer música, sucede algo poderoso: se construyen puentes, se despierta la admiración mutua y se refuerza el vínculo con una educación que va mucho más allá de las partituras.

Durante esta primera sesión, nuestra pedagoga compartió con las familias reflexiones valiosas sobre la crianza activa basada en la confianza, los límites saludables y el acompañamiento amoroso. También explicó cómo aprovechar los recursos psicoeducativos que brindamos desde el proyecto, para seguir fortaleciendo ese triángulo virtuoso entre hogar, aula y comunidad.

 

 

Luego, el aula se llenó de voces, ritmo y complicidad. El nivel musical que alcanzan nuestros niños y niñas es sorprendente. Y más aún lo es ver cómo sus familias se emocionan al descubrirlo, se integran, preguntan, cantan… y ríen.

 

 

Estos encuentros son mucho más que una actividad puntual. Son parte de nuestro enfoque integral, donde la música se convierte en una herramienta para el desarrollo emocional, social y cognitivo. Y donde las familias no son meras espectadoras, sino aliadas fundamentales en el proceso educativo.


Seguiremos abriendo las aulas. Seguiremos construyendo comunidad.
Porque la música transforma… cuando se comparte, aún más.